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viernes, 22 de enero de 2016

Imposible huir del whatsApp de padres


ACEPTÉ la invitación para entrar en el grupo de WhatsApp de los padres del colegio por pura inconsciencia. Lo mismo que el pájaro pluvial se mete en las fauces del cocodrilo buscando un poco de sombra. Al principio, todo eran ventajas: hacíamos los deberes por turno, nos consultábamos las dudas, comprábamos contenedores de disfraces en China para los niños del área metropolitana y cosas así. 
Pero un día, el cocodrilo cerró sus fauces y la presión se hizo insoportable. Había que ir a los partidos, a tomar el vermú, hacerles la declaración de la renta y aguantar 300 mensajes diarios con fotos de gatitos, tartas de manzana y chistes viejunos. Un miércoles a las 2.45 de la madrugada, cuando mi móvil parecía la banda sonora de Tarzán de los loros, abandoné el grupo. Con un par. 
Por la mañana, al llegar al colegio con la niña, sentí un vacío como el que produce la bomba atómica milisegundos antes de arrasarlo todo. Sufrimos un acoso atroz. La enviábamos al Carnaval disfrazada de cristiana preconciliar y el resto de sus compañeros iban de leones. Le metía las botas de monte, el plumífero y el gorro de lana en la mochila y en lugar de ir al Gorbea cambiaban el plan por la piscina climatizada. Todo así. 
En un intento de contraataque conseguí introducirme en el grupo de los profesores, pero descubrí que ellos estaban más acosados que nosotros. La verdad es que no me tiro de los pelos porque no estoy en edad de desperdiciarlos.

Josetxu Ropdríguez
@caducahoy


viernes, 6 de noviembre de 2015

Aula de evaluación del profesorado (ITV)


columna Josetxu, evaluación del profesorado, educación, Forges

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BIENVENIDOS. Están ustedes aquí porque se han rezagado en su actividad docente y los alumnos se merecen algo mejor. 
Señor Uriarte, de Conocimiento del Medio, ¿qué le sucede? 
-Que no encuentro la clase. Los niños cambian el número de las aulas y para cuando los localizo ha pasado la hora. Además, hay alumnos de diferentes colores y no entiendo su idioma. 
-Vale. Y usted, señor Uranga, ¿por qué escribe las fórmulas matemáticas en las paredes? 
-Porque no tengo pizarra. 
-¿Y la electrónica? 
-¿Cuál? 
-La pizarra electrónica conectada a Internet que tiene usted en clase cubierta de pósteres. 
-¿Eso es la pizarra? Pensé que era un tablón de anuncios. ¡Así que costaba tanto clavar las chinchetas...! -Entendido. Señor García, ¿cuál es su problema en Literatura? Sus alumnos no han leído nunca un libro recomendado por usted. 
-No lo entiendo. Todos son del Siglo de Oro y escritos en castellano antiguo o en euskera primigenio. El que hablaban Adán y Eva. No comprendo su desinterés. A veces dudo que sepan leer y eso ya no es problema mío.
-Apuntado. Señorita, Aristegi, no ha vuelto al colegio hasta que hemos llamado a la Ertzain-tza. ¿Por qué?
-Porque ahora crío y educo perros peligrosos y como profesora de Filosofía nunca antes me había sentido tan querida. El otro día un pitbull me dio un mordisco de afecto y se me cayeron las lágrimas. Se llevó dos dedos, pero fue sin querer. Cuando los niños me mordían, sus padres aplaudían... Y así sucesivamente.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

lunes, 24 de junio de 2013

¿Profesores en fuga?



JUNTO a la de mercenario, piloto de fórmula uno y periodista de la prensa del corazón, una de las profesiones más arriesgadas del mundo es la de maestro. Me lo confirma Emilio C., un veterano de la Guerra de Magisterio condecorado en varias ocasiones por su valor ante las huestes de preescolar, experto en defensa antiadolescente y herido en la batalla de bollicaos que asoló el comedor de su colegio en la campaña de 2007. 
Esta especie de coronel docente, que se enfrenta a diario a una inagotable infantería enemiga, confiesa que todavía le tiemblan las piernas cuando se da la vuelta para escribir en la pizarra y siente que tiene 30 pares de ojos clavados en la espalda. "Bueno, -puntualiza- 30 pares de ojos y un puntero láser que nunca se sabe si proviene de un llavero o de la mira telescópica de un fusil de asalto M-16". 
El bueno de Emilio me explica lo difícil que es enseñar algo cuando has de pasarte el día a la defensiva ante toda una generación de bestezuelas que han crecido sin bridas. Pese a que las hostilidades no han llegado al nivel de Gran Bretaña o Estados Unidos, donde se pide a los alumnos que no agredan al profesor, al menos, hasta que la clase haya terminado, los sindicatos de la enseñanza ya han alertado sobre los estragos que causa el estrés de combate entre la profesión. 
Convendría tomar nota de la advertencia, no vaya a ser que el día menos pensado el profesorado se rinda y no vuelva en septiembre. ¡Dios no lo quiera!
Josetxu Rodríguez

lunes, 30 de enero de 2012

¿Un fracaso escolar cum laude?



A la niña se le dan muy bien las matemáticas, por eso suspende todos los exámenes. Le resultan tan fáciles las ecuaciones, integrales y derivadas, que las resuelve mentalmente y luego le da pereza transcribir los desarrollos al papel, que regresa casi en blanco a manos del profesor. Esa es la explicación que les da a sus aitas, que difiere bastante de la del tutor.

Este dice que la jovencita se pasa las pruebas controlando la lluvia de fotones que desciende desde la lámpara fluorescente hasta las dos musarañas que dormitan junto al paragüero, lo que demuestra que está especialmente dotada para la física cuántica, la biología y la contemplación en un convento de clausura. Los aitas, que no entienden los nuevos baremos de créditos y cualificación estudiantil, no saben si castigarla hasta final de curso o comprarle un caballo.

Por eso, han hablado con el profesor de física, que ha corroborado lo dicho por el tutor y asegura que la niña es tan educada que también podría despuntar en educación física, y que está encantado de tenerla en clase, sobre todo, comparándola con ese alumno que se mete en el armario ropero a fumar y no sale hasta que suena el timbre del recreo y el que se desnuda y se pone a tomar el sol que entra por la ventana.

Dicho lo cual, a la pareja de progenitores solo le queda la opción de esperar a final de curso para saber si tienen en casa a una futura Premio Nobel o a una fracasada escolar cum laude. Qué tiempos, oiga.


Josetxu Rodríguez