jueves, 30 de agosto de 2018

Un intruso en San Mamés (Athletic 2-2 Huesca)



Los hinchas del Athletic guardan un respetuosos silencio ante un gol del Huesca

AL Athletic lo quiero como si fuera un hijo, aunque la mayor parte del tiempo no sé qué hace ni con quién está jugando. Eso sí, lo defiendo a capa y espada como protegería a la gallina vasca del asedio del Kentucky Fried Chicken. Dicho esto, confieso que cuando entro a un campo de fútbol me da por reflexionar y solo me despierto con los goles. Dos veces en este caso, porque de los otros dos casi no me entero ante el respetuoso silencio que guardó la afición rojiblanca. Lo que más me extrañó es que los jugadores no repitieron en el campo las acciones de gol como hacen para la tele.
Los partidos que he visto de cuerpo presente se cuentan con los pulgares de la mano de un carpintero, es decir, uno o ninguno. Fue en el año triunfal de 1984: me encargaron una crónica de ambiente y creo recordar que vendí la entrada y vi el encuentro en un bar con luces rojas y un tanto oscuro. Pecado de juventud que, como mucho, estaría penado con dos padrenuestros y tres Athletic, gorri ta zuria.
Me sorprendió gratamente que el nuevo estadio tuviera jardines decimonónicos y un pequeño estanque con carpas japonesas. Disfruté de ellos un rato hasta que una viejecilla en silla de ruedas me sacó del error: “Esto es la Misericordia, txotxolo. Si vienes por la reventa, date la vuelta. San Mamés trapichea para pagar al veterinario, pero ya ha cerrado la capilla y se ha acostado. Estos horarios del fútbol estarán bien para los americanos, pero a los socios de edad incierta nos hacen polvo”.
Crucé la calle y me fundí con la multitud, que estaba abarrotada. En los bares, con el cañón a 3 euros, había más sedientos que cervezas;y en los puestos, más bufandas que forofos. Con eso les digo todo. A los hinchas del Huesca se les distinguía perfectamente porque no llevaban la camiseta rojiblanca. El gentío daba vueltas al edificio en busca de acceso, como en la Meca. En la puerta me confiscaron los líquidos corrosivos (kalimotxo) y los petardos, barrenos y cohetes antitanque con los que esperaba animar al equipo. Agradecí el expolio porque la mochila pesaba el recopón.

PISCINA COLGANTE

Del Huesca solo sabía que limitaba al norte con la Primera división y, ahora, ya no. Gritaban: “Hueeesca, Hueesca”. Un himno muy pegadizo y fácil de aprender. Los locales decía ¡Uuuy! ¡Uuuy! y “levántate, que no es para tanto”. “Con los recién ascendidos hay que tener cuidado, para cuando te das cuenta te han birlado el partido y hasta los puntos del Eroski”, me comentó Kepa, compañero de grada y clarividente.
Me aburrí a ratos. Largos. De los 90 minutos, 75 estuvieron corriendo de un lado para otro sin llegar a meta. “Yo quitaría el centro de campo”, le dije a Kepa. “Y yo al portero”, dijo él. No estuve de acuerdo porque no están los tiempos para dejar sola una portería con la cantidad de partidos que roban y lo que roban los partidos. Consensuamos que habría que dividir el campo para que jugaran las leonas a la vez. Al circo Price le fue muy bien con las dos pistas simultáneas.
El estadio es precioso, pero desaprovechado. Si quitas a la gente, por dentro está vacío como un huevo Kinder. Seguro que cabría una piscina colgante, como la de la Alhóndiga. Evitaría que los jugadores se mojaran y cogieran la baja para ir de fiesta. El césped es magnífico, aunque yo lo habría bordeado de rosales o viñas de txakoli para darle un toque de color.
Lo dejo ahí por si no me permiten volver. Estas cosas hay que verbalizarlas, si te las quedas dentro luego no duermes. Buenas noches, corazones rojiblancos.

jueves, 9 de agosto de 2018

¡A la orden!




LA otra noche, mientras comía un albérchigo, pensé que el verano era un buen momento para organizar mi vida. Durante unos minutos calibré prioridades y definí objetivos. Comprobé que la tarea era ardua y llevaría tiempo, por lo que decidí poner metas asumibles y empezar por los cajones.
Todos ustedes saben que el orden es la virtud de los mediocres, y como soy del montón, me rodean cientos de objetos que, a primera vista, tengo clasificados como chirimbolos, trastos, bártulos y cachivaches. Se preguntarán dónde he conseguido esta habilidad para catalogar garbigunes familiares de un solo vistazo. Les confieso que me lo enseñó un brigada del Ejército que me tuvo un mes haciendo un inventario de los azulejos intactos, cuarteados y rotos que había en el cuartel de Mungia para entregárselo a su superior. Éste, que curiosamente tocaba la trompeta en una banda, tiró el informe a la papelera sin tocarlo apenas. Y allí seguirá.
Esta experiencia me hizo crecer como soldado especialista en logística inútil y aplico lo aprendido siempre que puedo. Por ejemplo, a los cajones, que son como la cabeza de un loco: pueden albergar la solución contra el cáncer, pero está mezclada con tantas majaderías que no hay forma de localizarla.
Por eso, aconsejo agrupar los objetos en útiles e innecesarios. Conviene ignorar el maletín con 160 destornilladores, que es útil pero innecesario; y el abrelatas chino de cabeza de panda, que es necesario pero inútil. Hecho esto, una parte se tirará directamente a la basura y la otra se donará a los Traperos de Emaús.
Todo ello sin que se entere la pareja, de lo contrario, todos los objetos regresaran a casa al día siguiente por su valor sentimental y habrá que volver a empezar con el proceso, que, curiosamente, es lo que estoy haciendo ahora.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

martes, 7 de agosto de 2018

Vacaciones en el Transnervión




Habíamos pensado hacer un crucero por el río Butrón, pero en la canoa no cabíamos los tres con el gato. Y sin el minino no vamos a ninguna parte, porque caza ratones fantasmas, de esos que te despeluchan los cojines cuando no estás en casa. Además, somos incapaces de dormirnos si no nos ronronea. El tío nos ha creado un reflejo condicionado a lo Pávlov y si no le damos lo que quiere nos pasamos la noche en vela.

Pues eso, que nos pidió hacer el Tansnervión, el único que permite llevar animales de menos de 40 kilos y por lo que se había puesto a régimen. Elegimos la etapa que une el califato de Deusto con la república de Basurtistán, famosa por ser el kilómetro cero de las míticas rutas mesetarias de Alsa. El presupuesto no daba para más, porque estamos ahorrando para comprarle unos pantalones rotos a la niña y que dejen de llamarla pobre a la cara por llevar unos sin agujeros y de su talla.
Nos subimos al convoy en San Ignacio, una estación impresionante que nos habría gustado fotografiar, pero no teníamos carrete en el móvil. Antes de que nos diéramos cuenta estábamos en la capital de Deusto, San Pedroburgo, donde visitamos la mítica Casa Vasca, convertida en un enorme museo de la obsolescencia euroasiática. Un chino, vamos.
Minutos después cruzamos la ría por debajo sin traje de buzo. Fue alucinante sentir todo ese agua encima. Todos los compañeros de vagón estaban tan emocionados como nosotros y guardaron un respetuoso silencio que contrastaba con nuestros gritos y maullidos. Al llegar a la estación término nos despedimos de todos y cada uno de ellos y les pedimos la voluntad. Para nosotros había sido como doblar el cabo de Buena Esperanza. De hecho, nos vamos a poner un anillo en la oreja de recuerdo, siempre que nos llegue con lo que nos han dado, que la cosa no está para excentricidades.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

viernes, 3 de agosto de 2018

Carta a Dios: deficiencias en el cuerpo humano (y2)


Esculturas de los superhéroes en su tercera edad creadas por el artista Gilles Barbier

MUY Señor mío. Le advertía la semana pasada sobre la necesidad imperiosa de actualizar el cuerpo humano antes de que lo hagan los chinos y se queden con la patente. Y cito algunos ejemplos que demuestran que ha quedado desfasado en diseño y utilidades. Si usted sabía que tarde o temprano inventaríamos los teléfonos móviles, ¿por qué le puso un órgano de telecomunicaciones inalámbricas a las ballenas y se olvidó de colocarnos a nosotros una antena wifi? 
Algo similar pasa con las piernas: no queremos compararnos con el ciempiés, pero qué menos que cuatro para usarlas alternativamente, sobre todo, a partir de cierta edad, que duelen día sí y día no. Alguno se relame solo de pensar la utilidad que estas extremidades de más habrían dado al Athletic. También echo de menos ojos en la nuca, porque, en realidad, solo sirve para llevar la calva o la melena. Reconozco que lo de la araña es peor, porque tiene ocho y ve fatal, pero, al menos, dos retrovisores en las orejas nos habrían venido bien. 
No quiero ser insolente, pero los brazos le quedaron cortos o el suelo lejos. Es un hecho y cualquiera puede demostrarlo con solo tirar las llaves. Sin más. Lo de la boca está bien, pero para que fuera de sobresaliente tendría que haber soldado los dientes a la mandíbula. Este fallo es imperdonable, a menos que su intención fuera defender la diversidad y que no se extinguieran los dentistas. 
En cuanto al tema de residuos, es notable el reciclado por separado de sólidos y líquidos, aunque al área de gaseosos debería darle una vuelta para que no salieran a la atmósfera sin ton ni son. A poco que resuelva estos desajustes, me tendrá como cliente hasta el fin de mis días. Se lo aseguro.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy