martes, 17 de julio de 2018

Carta a Dios sobre deficiencias en el cuerpo humano


MUY Señor mío. No soy quién para enmendarle la plana, Dios me libre, pero después de haber probado durante muchas décadas su modelo de cuerpo humano, no me queda más remedio que comunicarle algunas de las deficiencias que he notado. Todo ello desde el respeto y con el único fin de mejorar sus prestaciones para que las incluya en la próxima actualización. Tenga en cuenta que el prototipo tiene 2,6 millones de años y, en este tiempo, apenas le ha dedicado usted atención. 
Solo hace falta salir a la calle para ver la fatiga del diseño y los materiales. Por ejemplo, se nota mucho que usted creó la parte izquierda del tronco y la copió en la parte derecha. Y es una pena, porque podría haber aprovechado para dar nuevas funcionalidades a ese extremo. Por ejemplo, echo de menos un cuerno o una espina venenosa o algo para defenderse de los agresores y los amantes. Otros animales tienen atributos muy llamativos, por ejemplo, el unicornio, el colibrí o la jirafa. Me encanta los tonos de su piel. Comparados con ellos somos sosos y deslavados. ¿Qué tal un estampado de amebas para la proxima generación? 
Caso aparte es el sexo: totalmente decepcionante. Solo dos y, encima, muuuuuy pequeños. Qué falta de esmero e imaginación. Sugiero una docena y de buen tamaño, porque las chicas están que trinan. Normal, si tienen que parir por decreto, ¿por qué no ha hecho la salida más grande con una cremallera o un velcro? En cualquier empresa de ingeniería genética le habrían despedido muy de mañana. Es como nuestras tetas: ni sí ni no, sino todo lo contrario. Dos botones en medio del pecho. Si al menos pudiéramos subir el volumen y desconectar la tele con ellos tendrían algún sentido. Vaya pensándolo, que la semana que viene sigo.

Josetxu Rodríguez
@caducahoy

viernes, 6 de julio de 2018

Llover, lo que se dice llover, en Bilbao no llueve


Llover, lo que se dice llover, en Bilbao no llueve
El que cala de verdad es el sirimiri. (foto Josetxu Rodríguez)

LLOVER, lo que se dice llover, en Bilbao no llueve. Si me apuras, caen algunas gotas. Gordas, eso sí. En una de ellas se ahogó un municipal con su moto, para que se hagan una idea. Por lo demás, el clima de Bilbao es bastante seco si quitamos los días de lluvia. Por ejemplo, si lo comparamos con el de la Amazonía, donde llueve tres días de cada dos, la villa es un aquapark. Sobre todo, para los bilbainos, que nacemos mojados, como todo el mundo sabe. Es muy difícil que la lluvia nos cale cuando vivimos empapados. 
A la lluvia autóctona se le va la fuerza por la gota, en eso es muy bilbaina. Vamos, que se pone farruca y le sale un pronto muy malo. En esos casos es mejor dejar que se desahogue y esperar en un portal. Y eso que siempre llevamos un paraguas escondido en alguna parte, pero no lo abrimos porque se nos moja y luego no hay quien lo seque. A mí me regalaron uno en la Primera Comunión, lo probé y estuvo húmedo hasta que fui a la mili de insumiso. 
Para mojarse en Bilbao como dios manda tiene que caer sirimiri. Ese sí que empapa, el jodío. A lo tonto a lo tonto, cala a los bobos. Cuando tenía 22 años empezó el gran sirimiri que llenó el pantano de Ordunte. Tuvieron que evacuar a miles de bilbainos a Benidorm en los autobuses de Alsa para que se secaran tanto unos como otros. Esa gran migración ha quedado escrita en los charcos de la Villa y provocó un gran descenso de natalidad porque regresaron meses después con montones de chubasqueros. Su piel estaba tan morena que los metieron en la plaza de toros hasta que se decoloraron y pudieron separar a los botxeros de los inmigrantes sin papeles. Fue tanta la humillación, que ahora somos una ciudad de acogida. Aunque unos acogen más que otros, todo hay que decirlo.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy


Un joven atraviesa un charco tras un aguacero caído en el centro de Bilbao