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viernes, 6 de julio de 2018

Llover, lo que se dice llover, en Bilbao no llueve


Llover, lo que se dice llover, en Bilbao no llueve
El que cala de verdad es el sirimiri. (foto Josetxu Rodríguez)

LLOVER, lo que se dice llover, en Bilbao no llueve. Si me apuras, caen algunas gotas. Gordas, eso sí. En una de ellas se ahogó un municipal con su moto, para que se hagan una idea. Por lo demás, el clima de Bilbao es bastante seco si quitamos los días de lluvia. Por ejemplo, si lo comparamos con el de la Amazonía, donde llueve tres días de cada dos, la villa es un aquapark. Sobre todo, para los bilbainos, que nacemos mojados, como todo el mundo sabe. Es muy difícil que la lluvia nos cale cuando vivimos empapados. 
A la lluvia autóctona se le va la fuerza por la gota, en eso es muy bilbaina. Vamos, que se pone farruca y le sale un pronto muy malo. En esos casos es mejor dejar que se desahogue y esperar en un portal. Y eso que siempre llevamos un paraguas escondido en alguna parte, pero no lo abrimos porque se nos moja y luego no hay quien lo seque. A mí me regalaron uno en la Primera Comunión, lo probé y estuvo húmedo hasta que fui a la mili de insumiso. 
Para mojarse en Bilbao como dios manda tiene que caer sirimiri. Ese sí que empapa, el jodío. A lo tonto a lo tonto, cala a los bobos. Cuando tenía 22 años empezó el gran sirimiri que llenó el pantano de Ordunte. Tuvieron que evacuar a miles de bilbainos a Benidorm en los autobuses de Alsa para que se secaran tanto unos como otros. Esa gran migración ha quedado escrita en los charcos de la Villa y provocó un gran descenso de natalidad porque regresaron meses después con montones de chubasqueros. Su piel estaba tan morena que los metieron en la plaza de toros hasta que se decoloraron y pudieron separar a los botxeros de los inmigrantes sin papeles. Fue tanta la humillación, que ahora somos una ciudad de acogida. Aunque unos acogen más que otros, todo hay que decirlo.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy


Un joven atraviesa un charco tras un aguacero caído en el centro de Bilbao

miércoles, 28 de marzo de 2018

Meteorología: alarma, que algo queda




Todas las imágenes pertenecen a nico vázquez y pueden verse junto a muchas otras en su blog "Bilbainhitos"
MÁS de cincuenta delegaciones de Protección y Sobresalto Civil de cinco comunidades autónomas y una pedanía asistieron a la pasarela Terror, color y climatología 2018, donde se presentaron las últimas tendencias en alertas para la presente temporada. Como no podía ser menos, se celebró en la cámara acorazada construida en el interior del búnker que el Gobierno vasco tiene dentro del refugio de seguridad atómica que alberga la central nuclear de Lemoiz. 
El evento fue presentado por el ilustre Nicolayev Redondo Terrores, famoso por sus apocalípticas predicciones del tiempo, y que tiene a gala haber provocado migraciones masivas de áreas extensamente pobladas tras aparecer en el informativo de la noche pronosticando el tiempo del fin de semana. Este diseñador del susto y el desasosiego ha elaborado una amplia paleta de colores que deja de lado los manidos avisos amarillos, naranjas y rojos, de los que todo el mundo pasa. Sus propuestas son más imaginativas, como la alerta morada con lunares fucsia, la marrón con amebas azul eléctrico y la negra con irisaciones. 
Para el auditorio fue fácil asociar esta mezcla de colores con terribles catástrofes medioambientales, tanto es así que se sumió en un profundo y temeroso silencio. Fue en este momento en el que se oyó una ventosidad y los presentes salieron despavoridos atropellándose los unos a otros y demostrando, no solo el éxito de la jornada, sino también la maestría del señor Terrores.
Josetxu Rodríguez @caducahoy