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jueves, 9 de agosto de 2018

¡A la orden!




LA otra noche, mientras comía un albérchigo, pensé que el verano era un buen momento para organizar mi vida. Durante unos minutos calibré prioridades y definí objetivos. Comprobé que la tarea era ardua y llevaría tiempo, por lo que decidí poner metas asumibles y empezar por los cajones.
Todos ustedes saben que el orden es la virtud de los mediocres, y como soy del montón, me rodean cientos de objetos que, a primera vista, tengo clasificados como chirimbolos, trastos, bártulos y cachivaches. Se preguntarán dónde he conseguido esta habilidad para catalogar garbigunes familiares de un solo vistazo. Les confieso que me lo enseñó un brigada del Ejército que me tuvo un mes haciendo un inventario de los azulejos intactos, cuarteados y rotos que había en el cuartel de Mungia para entregárselo a su superior. Éste, que curiosamente tocaba la trompeta en una banda, tiró el informe a la papelera sin tocarlo apenas. Y allí seguirá.
Esta experiencia me hizo crecer como soldado especialista en logística inútil y aplico lo aprendido siempre que puedo. Por ejemplo, a los cajones, que son como la cabeza de un loco: pueden albergar la solución contra el cáncer, pero está mezclada con tantas majaderías que no hay forma de localizarla.
Por eso, aconsejo agrupar los objetos en útiles e innecesarios. Conviene ignorar el maletín con 160 destornilladores, que es útil pero innecesario; y el abrelatas chino de cabeza de panda, que es necesario pero inútil. Hecho esto, una parte se tirará directamente a la basura y la otra se donará a los Traperos de Emaús.
Todo ello sin que se entere la pareja, de lo contrario, todos los objetos regresaran a casa al día siguiente por su valor sentimental y habrá que volver a empezar con el proceso, que, curiosamente, es lo que estoy haciendo ahora.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

viernes, 10 de enero de 2014

Orden y organización, la virtud de los mediocres



SUELEN decir que el orden es la virtud de los mediocres y, como cada año por estas fechas, me dispongo a ser lo más mediocre posible. Aunque no soy de los que colocan las verduras alfabéticamente en el frigorífico: acelgas, berenjenas, calabacines, champiñones, y así hasta las zanahorias, me gusta mantener organizado el caos que me circunda. 
Para este año he elaborado un detallado plan y me he puesto como meta tener la casa estructurada de tal forma que: A) Pueda encontrar un objeto grande en un intervalo no superior a los siete minutos: por ejemplo, una maleta, la aspiradora, la cama. B) Consiga localizar un objeto pequeño en no más de siete horas: el cepillo de dientes, una linterna, el sacacorchos. C) Descubra lo que necesito urgentemente como máximo en siete días: la pomada antiquemaduras, las tarjetas del banco, el papel higiénico. 
Para ello, he dividido la vivienda en diferentes áreas de actividad: zona de alimentación, de audiovisuales, de descanso, de intimidad, etc. El siguiente paso será evitar que los objetos propios de cada una de ellas invadan la colindante. Así, por más que los ajos necesiten un sitio oscuro y con poca humedad, y que el cajón de los calcetines reúna esas condiciones, no volveré a guardarlos juntos. 
Espero tener más suerte que el año pasado, cuando preparé un organigrama similar y lo perdí a los pocos minutos de haberlo terminado. Estaba en el retrete y todavía me pregunto qué coño hice con él.
Josetxu Rodríguez