viernes, 22 de enero de 2016

Imposible huir del whatsApp de padres


ACEPTÉ la invitación para entrar en el grupo de WhatsApp de los padres del colegio por pura inconsciencia. Lo mismo que el pájaro pluvial se mete en las fauces del cocodrilo buscando un poco de sombra. Al principio, todo eran ventajas: hacíamos los deberes por turno, nos consultábamos las dudas, comprábamos contenedores de disfraces en China para los niños del área metropolitana y cosas así. 
Pero un día, el cocodrilo cerró sus fauces y la presión se hizo insoportable. Había que ir a los partidos, a tomar el vermú, hacerles la declaración de la renta y aguantar 300 mensajes diarios con fotos de gatitos, tartas de manzana y chistes viejunos. Un miércoles a las 2.45 de la madrugada, cuando mi móvil parecía la banda sonora de Tarzán de los loros, abandoné el grupo. Con un par. 
Por la mañana, al llegar al colegio con la niña, sentí un vacío como el que produce la bomba atómica milisegundos antes de arrasarlo todo. Sufrimos un acoso atroz. La enviábamos al Carnaval disfrazada de cristiana preconciliar y el resto de sus compañeros iban de leones. Le metía las botas de monte, el plumífero y el gorro de lana en la mochila y en lugar de ir al Gorbea cambiaban el plan por la piscina climatizada. Todo así. 
En un intento de contraataque conseguí introducirme en el grupo de los profesores, pero descubrí que ellos estaban más acosados que nosotros. La verdad es que no me tiro de los pelos porque no estoy en edad de desperdiciarlos.

Josetxu Ropdríguez
@caducahoy


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