FÁTIMA, venga, levántate, que ya es
hora...
-¡No quiero!
-Pero, ¿por qué no quieres?
-Por tres razones:
tengo sueño, no me gusta trabajar y los compañeros se ríen de mí.
-Pues
yo te voy dar otras tres razones para hacerlo: es tu responsabilidad,
cobras por ello y eres la ministra de Empleo y Seguridad Social.
Al
final, nunca sabremos si Fátima Báñez se levantó esa mañana, pero lo que
sí está probado es que no ha asistido a ninguna de las cumbres europeas
de ministros de Empleo a las que ha sido convocada. Concretamente, a la
del pasado 6 de diciembre no se presentó con la excusa de asistir al
cóctel del día de la Constitución. Una decisión muy discutible en un
país que acababa de anunciar una cifra de paro que rondaba los seis
millones de personas. Francia envió a tres ministros; Suecia, a cuatro;
Italia, a dos, y Alemania, a uno. Es posible que declinara la invitación
en la creencia de que en cuestiones de desempleo España juega en la
Champions League y no admite consejos de nadie. Y puede que tenga razón.
En ocasiones, no hacer nada es mejor que lo contrario. Sobre todo si,
como la ministra, nunca has trabajado en una empresa privada ni sabes lo
que es una nómina, pero firmas la reforma laboral más agresiva de la
democracia. Quizá sus compañeros europeos le hayan dicho que, con sus
antecedentes y dado que no sabe inglés, mejor que se quede en la cama,
que ya le enviarán las conclusiones por whatsapp para que las traduzca
en Google. Por lo menos, nos habremos ahorrado el viaje.
Josetxu Rodríguez
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