Me da cierta pena, la verdad, porque después de dos décadas de columna semanal estaba empezando a cogerle el tranquillo. No ha sido fácil. En ocasiones, lo que me invento para divertirles es acogido con más verosimilitud que lo que ocurre en realidad, y eso no es sano. A veces, hasta yo me lo creo, entro en bucle y me pasa lo mismo que al fiscal de la Audiencia Nacional, que me puso una querella y la retiró dos días después diciendo que “le había dado un vahído”. Le comprendo perfectamente. Mientras redacto estas líneas recuerdo la primera que escribí. Hacía referencia al extraño nombre del museo que estaban construyendo junto a la ría de Bilbao y proponía cambiarlo por el de Westinghouse, más fácil de recordar porque muchos lo teníamos escrito en la puerta del frigorífico. Por poco lo consigo. ¿Se lo imaginan? Entre aquella columna y esta habré difundido un millón de tonterías, un número redondo para cerrar el ciclo. Ahora, dormiré hasta primavera como los osos y cuando despierte decidiré a qué dedicar mi tiempo libre. Igual hasta vuelvo a estudiar periodismo, porque se me ha olvidado casi todo. Nos veremos por ahí. ¡Kazetariak kalera!
Josetxu Rodríguez
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