sábado, 27 de octubre de 2018

Me gusta cuando planchas, porque estás como ausente


ME gusta cuando planchas, porque estás como ausente”, le dije. 
“Pues, como estoy ausente, saca tú la basura”, me contestó, clavando en mi pupila su pupila azul. 
“Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar. Dime, mujer, cuando el contenedor se llena, ¿sabes tú adónde va?”. No esperé su respuesta y esquivé como pude un cepillo volador. 
Más por complacer que por obedecer, me dirigí al armarito del fregadero. Al sacar la bolsa, pude observar que el desagüe goteaba y fui en busca de un poco de teflón. Y, mira por dónde, en la caja de herramientas encontré también cable de antena y un conector. Una grata sorpresa, porque llevamos desde septiembre viendo El roscoa través de una intensa nevada de interferencias. De los 26 canales de televisión, la mayoría se pierden por los agujeros de la vieja línea que baja del tejado. Necesitaba unas tijeras y recordé que había dejado las de podar en el jardín. Salí en su busca y, dado que amenazaba temporal, decidí meter al sótano la mesa y las sillas de madera. Al abrir la puerta, salió pitando un ratón. ¡Maldito roedor! Creo que tengo un cepo en alguna parte, pensé. Estuve un par de horas revolviendo sin localizarlo. Eso sí, encontré muchos tesoros olvidados: un casco de moto, un patín, un laboratorio fotográfico y un maletín con 6.000 tornillos y una tuerca. Pero lo que más ilusión me hizo fue una cinta de persiana, porque recordé que la ventana de la cocina necesitaba el cambio. Llevaba horas trajinando, y me senté un momento a tomar una cerveza. Así me encontró ella cuando entró cargada con la compra: junto a la bolsa de la basura y mirando por la ventana. El plock-plock de la gota de agua sonaba como el martillo de un juez. Visto para sentencia.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

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