jueves, 10 de abril de 2014

Del sarao al obituario: los 15 minutos de gloria


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EN los periódicos hay dos secciones que me llaman poderosamente la atención porque nunca faltan candidatos dispuestos a exhibirse en ellas: una es el obituario y la otra, el sarao. Cada día, y por riguroso turno, una personalidad local o internacional ocupa su puesto en la sección necrológica. La mayor parte de nosotros nos enteramos en ese momento de que existía. Qué gran paradoja: informamos de la trascendental labor realizada por hombres que han dedicado su vida a la ciencia, las artes o el deporte un día después de que hayan expirado. 
Más o menos lo contrario de lo que ocurre con los saraos. En ellos nos hablan una y otra vez de personas cuyo nombre aparece en negrita pero cuya única actividad en la vida parece consistir en comerse un canapé sin chuparse los dedos y beber cava sin hacer ruido. 
Hasta tal punto es así que he llegado a pensar en la existencia de una hermandad que vive de eso y que acude al chichiflí a toque de corneta. Es más, hay veces que me hago cruces al ver fotografiado al mismo sujeto en dos actos distintos y distantes. ¿Será que los profesionales del ágape han aprendido a viajar a la velocidad de la luz o que la clonación está muy desarrollada en el sector? 
Tal es el afán de algunos por ver su nombre impreso que estoy seguro de que cuando llegue su última hora les gustaría aparecer el mismo día en los ecos de sociedad y en el panegírico del óbito. Podría citar algunos nombres, pero ustedes ya los conocen.
Josetxu Rodríguez

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