Pensamos en incinerarlo y aventar sus cenizas en una carretera que discurre junto al mar y que le gustaba mucho, pero no teníamos suficiente carbón vegetal para hacerlo adecuadamente y desistimos. Así que, con hondo pesar, y según dejó escrito en su testamento vital, hemos donado su chasis para la ciencia. Concretamente, para la ciencia del reciclaje, que se imparte en los desguaces y garbigunes.
Lo echaremos mucho de menos, porque, si exceptuamos su obsolescencia programada, tan precisa como un reloj suizo, nunca nos dejó tirados con mala intención. He puesto su esquela en varios concesionarios de coches y me han llamado muchos comerciales para ofrecernos sus servicios y darnos el pésame, por ese orden. Aunque esta es otra historia.
Puedes leer en este enlace la segunda parte del artículo
Josetxu Rodríguez
@caducahoy
D.E.P
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