TRAS los funerales del utilitario familiar, ha llegado el momento de comprar coche. He llamado a
Juan Ángel, el experto de motor del periódico, con muchos lustros de
sabiduría automovilística en su cabeza.
“¿Qué marca te gusta?”, me pregunta.
“La verdad es que no lo sé, ¿hay muchas?”.
“Vale. ¿Qué precio?”.
“Entre barato y regular”.
“¿Diésel o gasolina?”.
“¡Anda!, no sabía que se pudiera elegir...”.
Tras un par de minutos sonsacándome, llega a la conclusión de lo que más me conviene: “Lo que necesitas -dice- es una lavadora con claxon, que te lleve de finde y al híper y te traiga de regreso ¿no?”
“¡Exacto!”. Cómo se nota la profesionalidad. Tendrían que contratarle como psicólogo de Rolls-Royce. Me señala tres opciones.
En el concesionario de la marca, acompañado de mi pareja, perfilamos el modelo. No queremos un coche más inteligente que nosotros, que nos dé órdenes y aparque solo. Nos gustan las manillas para elevar las lunas. El motor nos da igual, porque nunca abrimos el capó. Y la carrocería, si es posible, la preferimos con abolladuras y rayones de serie, como esos pantalones vaqueros gastados que solo pueden mejorar con el uso...
“Ustedes -dice la vendedora- son unos sibaritas. Les felicito. Tenemos ese modelo retro-vintage-futurista huérfano de tecnología. Un auténtico lujo de alto standing. Una delicatessen con válvulas. Existen pocos en el mercado. El último acaba de comprarlo la Reina de Inglaterra. Tómense este champancito mientras les hago el presupuesto...”
“¿Qué marca te gusta?”, me pregunta.
“La verdad es que no lo sé, ¿hay muchas?”.
“Vale. ¿Qué precio?”.
“Entre barato y regular”.
“¿Diésel o gasolina?”.
“¡Anda!, no sabía que se pudiera elegir...”.
Tras un par de minutos sonsacándome, llega a la conclusión de lo que más me conviene: “Lo que necesitas -dice- es una lavadora con claxon, que te lleve de finde y al híper y te traiga de regreso ¿no?”
“¡Exacto!”. Cómo se nota la profesionalidad. Tendrían que contratarle como psicólogo de Rolls-Royce. Me señala tres opciones.
En el concesionario de la marca, acompañado de mi pareja, perfilamos el modelo. No queremos un coche más inteligente que nosotros, que nos dé órdenes y aparque solo. Nos gustan las manillas para elevar las lunas. El motor nos da igual, porque nunca abrimos el capó. Y la carrocería, si es posible, la preferimos con abolladuras y rayones de serie, como esos pantalones vaqueros gastados que solo pueden mejorar con el uso...
“Ustedes -dice la vendedora- son unos sibaritas. Les felicito. Tenemos ese modelo retro-vintage-futurista huérfano de tecnología. Un auténtico lujo de alto standing. Una delicatessen con válvulas. Existen pocos en el mercado. El último acaba de comprarlo la Reina de Inglaterra. Tómense este champancito mientras les hago el presupuesto...”
Josetxu Rodríguez
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