
Puede que a primera vista sorprenda la comparación, pero si se tiene en cuenta que a un esclavo hay que pagarle la casa, la manutención, el agua, la luz, el transporte y las medicinas para que no se muera y te haga la faena, las cuentas salen muy a favor del joven. Además, por esa miseria te quitas de encima mucha responsabilidad. Les pagas la nómina y que se vayan a vivir con sus padres para que les complementen las necesidades vitales, que las empresas no están para pagar caprichos ajenos. De paso, no andarán por ahí quemando contenedores de basura y chamuscando el único modo de subsistencia que les queda a los trabajadores amortizados o inservibles. Todo sea por la paz social.
Tras ganarse el corrupto Díaz Ferrán una celda en Soto del Real, la patronal que dejó no ha aprendido nada y sigue navegando con el cuchillo en la boca, como si tal cosa. Les da igual que aumente la pobreza o se precipite el consumo siempre que cabalguemos a buen ritmo hacia el tercer mundo. Solo necesitan epsilones para fabricar bienes que puedan exportar a lugares donde puedan pagarlos. Abolida la esclavitud, quizá haya llegado la hora de abolir la patronal.
Josetxu Rodríguez
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