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lunes, 15 de mayo de 2017

La maldita fiesta del cine


La maldita fiesta del cine

LA fiesta es, en realidad, una bacanal para aquellos a quienes no les gusta el cine. Una mezcla de performance, botellón y festín desenfrenado. Los cinéfilos deben huir de esta promoción como de las purgaciones. Inconscientemente decidí ver Lady Macbeth el pasado miércoles en la sesión de 8.00. Cuando tomé asiento casi no había nadie en la sala. Comenzaron a llegar empezada la película, imagino que fue porque se acabaron las entradas de Fast & furious 8 o El bebé jefazo
Mis compañeros de butaca eran una pareja que había comprado tres entradas, una de ellas para depositar el contenedor de palomitas y el capazo de chuches. Se pueden imaginar cuál fue la banda sonora del filme. Lady Macbeth tuvo que repetir varias frases para que pudiéramos seguir la trama, ante el crepitar de bolsas, cacahuetes y maíces. “¡Uy, qué curioso, han apagado las luces! ¡Y no hay anuncios como en la tele!”, decía ella. “Sí, pero tampoco hay wifi”, le contestaba él mientras movía la pantalla del móvil buscando la señal. “¿Dónde está el bar?”, preguntaba ella. “No sé”, respondía él, “pero yo veo todo en 3D, menos la pantalla”. Y cosas así.
 Detrás había un matrimonio mayor que hacía la traducción simultánea para los invidentes, en el supuesto caso de que hubiera alguno. “Mira, le está poniendo los cuernos”. “Se están mojando”. “Vaya puñetazo”. “Ahora llora”. Cuando empezó a tronar en una escena, se abrieron varios paraguas. Yo también lo hice. No quería ser el raro.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

viernes, 12 de abril de 2013

Como me gusta tanto el cine, he dejado de ir



ME gusta tanto el cine que disfrutaba incluso con el anuncio de Menforsan, aquel en el que una señorita corría en camisón por un prado y, después de oler una flor, miraba al patio de butacas y nos rociaba con un espray ambientador, provocando en el espectador una contracción en las glándulas sudoríparas. Durante quince años fue proyectádo en las salas vascas y la tía, a la que en todo ese tiempo no le salió ni una arruga, siguió fumigándonos una y otra vez, pese a que tenía que conocernos a todos, por lo menos de vista. 
Como me gusta tanto el cine, decía, dejé de ir, porque en la tele comenzaron a emitir buenas películas y preferí espatarringarme en el sofá para ver Amarcord y Muerte en Venecia. Hasta que llegaron los miles de anuncios y las llamadas de teléfono a partir de las 10.00 de la noche, que era más barato, y el cambio de pañales... 
Total, que como me gusta tanto el cine abandoné la tele y volví al patio de butacas, que ya tenía sonido estereofónico con sensorround y asientos anatómicos. Y allí estaba tan contento cuando llegaron las hordas de quinceañeros, los veinte minutos de anuncios previos, el jolgorio en medio de la proyección y la comida, que ya no se conforman con los contenedores de palomitas, que ahora llevan barbacoas para prepararse la merendola. 
El caso es que como me gusta tanto el cine he dejado de ir porque ahora las teles tienen pantalla panorámica, sonido 3D y la del chupete tiene 15 años y, aunque vive con nosotros, no la he visto desde noviembre. Las cosas como son.
Josetxu Rodríguez

miércoles, 23 de enero de 2013

Al cine con barbacoa

¿Serán así las futuras butacas de cine?

ME gusta el cine. Me gusta tanto que hasta disfrutaba con el anuncio de Menforsán, aquel en el que aparecía una señorita corriendo en camisón por un prado y, después de oler una flor, miraba al patio de butacas y nos rociaba con un espray. En ese momento era cuando se escuchaba el consabido grito: «Tan mal olemos ¿o qué?» Durante quince años estuvo proyectándose esta peliculilla y a la tía en todo ese tiempo no le salió ni una arruga, oye. Todo el público cada vez más viejo y ella, que ya tenía que conocernos a todos por lo menos de vista, venga a rociarnos una y otra vez...  
Pero a lo que iba. Como me gusta tanto el cine, dejé de ir, porque en la tele, las privadas, comenzaron a emitir películas buenas, y preferí despatarringarme en el sofá para ver Amarcord y Muerte en Venecia... Hasta que llegaron los miles de anuncios, y las llamadas de teléfono a partir de las diez, que era más barato, y la del chupete, que ésa es otra...  
Total, que como me gusta tanto el cine, abandoné la tele y volví al cine, que ya era estereofónico con sensorround y asientos anatómicos. Y allí estaba tan contento cuando llegaron los 20 minutos de anuncios y la comida, que no se trata ya sólo de las palomitas, que hasta con la barbacoa les he visto preparándose la merendola. Terminarán llevando cazuelas con rabo de toro e incluso celebrando banquetes nupciales. El caso es que como me gusta tanto el cine voy a dejar de ir porque ahora hay teles con pantalla panorámica, sonido cuadrafónico y la del chupete lo único que come, por ahora, es yogur. Deben ser cosas del eterno retorno.
Josetxu Rodríguez