NO sé que tiene el dinero que
les pone cachondos. Es hacer fortuna y salir corriendo para cazar algo, a
ser posible bien dotado y exótico. Y no precisamente en los clubs de
alterne. La lista de descerebrados, con perdón de las amebas, es larga.
Roca, el de la operación Malaya, tenía una nave repleta de trofeos fruto
de sus tropelías de lujo. En apariencia eran salvajes, pero, por lo
común, lo son tanto como los faisanes de granja o las lubinas de vivero.
Las empresas que comercian con estos safaris para seniors suelen elegir
ejemplares viejos, enfermos o semidomesticados, que ceban previamente
para que acudan a zonas determinadas y ponerlos a tiro de estos tarzanes
de maceta. Se trata de que se lleven un trofeo pagado a precio de oro y
no vuelvan a casa con un brazo o una pierna menos, lo que no sería
buena publicidad para la empresa.
Blesa, otro coronel Tapioca, también los coleccionaba, al igual que Juan Carlos de Borbón, que empezó a perder brillo el día que mató a Mitrofán, un oso de circo que andaba en bicicleta al que emborracharon con vodka para ponérselo a tiro.
Algo similar le ha sucedido a Cecil, el león más famoso de Zimbabue y objeto de estudio por su singularidad. El dentista Walter James Palmer pagó 55.000 dólares por matarlo con su arco. Una vez herido, tardó 40 horas en morir. En EE.UU. es tal la indignación que ha tenido que abandonar su clínica. Los norteamericanos no se han creído eso de: “Do siedto mucho, do volvedá a ocudir”.
Blesa, otro coronel Tapioca, también los coleccionaba, al igual que Juan Carlos de Borbón, que empezó a perder brillo el día que mató a Mitrofán, un oso de circo que andaba en bicicleta al que emborracharon con vodka para ponérselo a tiro.
Algo similar le ha sucedido a Cecil, el león más famoso de Zimbabue y objeto de estudio por su singularidad. El dentista Walter James Palmer pagó 55.000 dólares por matarlo con su arco. Una vez herido, tardó 40 horas en morir. En EE.UU. es tal la indignación que ha tenido que abandonar su clínica. Los norteamericanos no se han creído eso de: “Do siedto mucho, do volvedá a ocudir”.
Josetxu Rodríguez
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