EL virus del ébola es un acojonado. Que sí, que será muy peligroso en su país, un puto chulo con los más débiles, pero, a la hora de la verdad, cuando se encuentra con alguien que le planta cara se disfraza de malaria y se esfuma como un cobarde. Acabamos de comprobarlo esta semana. El bicharraco se le pegó a un vizcaino que trabajaba en Sierra Leona sin tener en cuenta que el sujeto volvería a Bilbao para la Semana Grande que, como su propio nombre indica, dura nueve días. Y para colmo, cuando empezó a tener fiebre, ingresó en el hospital de Basurto, casualidad, el único del Estado que pertenece a la Red de Bioseguridad de la Unión Europea.
Como es lógico, mientras le trataban, pidió un par de kalimotxos, el único líquido sobre la tierra capaz de disolver cualquier tipo de vida sin dejar rastro. En un par de días había mejorado y, salvo que el PP descubra que el virus es ETA, el cuento de la epidemia se acabó. Queda demostrado que Bilbao no es país para ébolas, y si alguien tiene que vacunarse aquí es esa lombriz infecta que hace estragos en zonas sin sistema sanitario. Para colmo de su desgracia, el único método de contagio que posee es el intercambio de fluidos y, por ahora, no es una actividad que esté especialmente en auge por esta zona. Quienes ya se habían comprado un traje de astronauta y vallado su finca con alambre de espino, que sepan que la alarma ha pasado. Actualmente, el único virus que asola Bizkaia se llama cogorza y no es contagioso.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy
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