LOS trileros se han ido sin
despedirse. No recuerdo bien cuándo los vi actuar por última vez, pero
fue hace bastantes años. Solían situarse en una calle concurrida con su
mesita de madera y su labia desbocada. Al poco de instalarse, ya habían
desplumado a un par de ingenuos con la ayuda de su equipo, por lo común,
compuesto por un gancho que cebaba a la víctima hasta que picaba el
anzuelo y otro en la distancia atento a cualquier eventualidad que
pudiera distorsionar la marcha del negocio, fundamentalmente, algún
policía municipal.
Había que ser muy avispado y eficiente para conseguir, solo con tres vasitos de plástico y una pelotilla de gomaespuma, mantener a su familia, pagar las nóminas de los dos colaboradores y, de paso, dar espectáculo callejero mientras hacía fluir los capitales de un bolsillo a otro. Bien mirado, un trilero sería considerado hoy una startup. Una de esas empresas punteras que con una gran economía de medios son capaces de generar beneficios rápidamente. Incluso, si se asesoraran bien, hasta podrían conseguir algún tipo de subvención, desgravación fiscal o la K de Kalitatea.
Hay quien dice que los trileros desaparecieron empujados por los bingos, las teletiendas y las tragaperras, más rápidas y eficientes en el pillaje en detrimento del trato personal. Aunque yo creo que si no los vemos en la calle es porque están en el Gobierno. Central, por supuesto.
Había que ser muy avispado y eficiente para conseguir, solo con tres vasitos de plástico y una pelotilla de gomaespuma, mantener a su familia, pagar las nóminas de los dos colaboradores y, de paso, dar espectáculo callejero mientras hacía fluir los capitales de un bolsillo a otro. Bien mirado, un trilero sería considerado hoy una startup. Una de esas empresas punteras que con una gran economía de medios son capaces de generar beneficios rápidamente. Incluso, si se asesoraran bien, hasta podrían conseguir algún tipo de subvención, desgravación fiscal o la K de Kalitatea.
Hay quien dice que los trileros desaparecieron empujados por los bingos, las teletiendas y las tragaperras, más rápidas y eficientes en el pillaje en detrimento del trato personal. Aunque yo creo que si no los vemos en la calle es porque están en el Gobierno. Central, por supuesto.
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