ACABAN de aprobar la reforma laboral hace un rato y ya muestra sus efectos beneficiosos en todo su esplendor. Por ejemplo, la compañía Telefónica está repatriando todos sus call centers de Suramérica y, a partir de ahora, al otro lado del auricular habrá un autóctono que no nos preguntará por los problemas del selular cuando llamemos para quejarnos. Puede que, si tiene suerte, hasta le atienda Urdangarin, que tendrá que hacer horas extras para salir del atolladero en el que se ha metido.
Por suerte para las compañías, un oriundo sale ya tan barato como un latinoamericano y, encima, se le entiende mejor. Curiosamente, quienes no nos entenderán a nosotros serán los brasileños, en cuyos locutorios caeremos más pronto que tarde en cuanto se enteren de las condiciones laborales que nos han decretado. Los hipercríticos dicen que ya podemos competir en precios laborales con Corea y Uruguay, a costa de volver a 1950, que no fue un mal año si tenemos en cuenta la cosecha de patatas y alfalfa.
Vivimos días de zozobra entre la masa trabajadora, a quien se le alecciona con la máxima de que necesitamos ir todavía a peor para poder ir mejor en un futuro pésimo. Mientras tanto, podemos proponer la beatificación del dueño de Mercadona, que ha multiplicado los panes y los peces de su empresa y, por ende, el número de trabajadores en 6.500. Además, dicen en las tertulias que cobran ¡1.050 euros! Vamos, que los mileuristas son ahora unos potentados. ¡Quién lo iba a decir!
Josetxu Rodríguez
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