[caption id="attachment_742" align="aligncenter" width="500" caption="El teléfono móvil siempre es una carga"][/caption]
LA niña dice que quiere un móvil y yo le digo que no. Y ella dice que quiere un móvil y yo le digo que no lo necesita. Y ella dice que quiere un móvil y yo le explico que no tuve uno hasta que cumplí los cuarenta. Y ella no dice nada, pero me mira como miró a un escarabajo pelotero que encontró el pasado verano saliendo de un establo. Como le he dicho que no tajantemente, y me he negado en redondo a que entre tan pronto en la vorágine consumista de la telefonía, le he regalado el mío para comprarme uno que sale en la tele lleno de prestaciones y que te blanquea los dientes por medio de ultrasonidos. Era un cascajo pretecnológico que adquirí por obligación cuando Ibarretxe era cabo, con la pantalla en blanco y negro y el teclado en números romanos. Ella me ha mirado como miró a una babosa fosforescente que localizó en la playa, pero lo ha aceptado.
Una semana después, mientras yo sigo sin encontrar el teclado en mi smartphone cuatribanda, ella con su cacharro ha conseguido entrar en el ordenador de la NASA y desviar un panel solar de la estación espacial para iluminar un geranio que tiene en la ventana. Ahora intenta depilarse las cejas con un láser procedente de un satélite militar coreano. Yo la miro como miré a aquel matemático ruso que descifró la conjetura de Poincaré, uno de los siete enigmas del milenio, y tras rechazar el Nobel de las Matemáticas y un millón de dólares se metió en el metro y desapareció entre la muchedumbre. No sé si me explico.
Josetxu Rodríguez
Muy bueno.
ResponderEliminarMe he reído como pocas veces.
Muy bueno.
Plas, plas, plas, plas,...
Qué peligro de niña, si existiera realmente.
Y qué memo de padre, si existiera realmente.
Saludos.
Si non e vero, e ben trovato, dicen los italianos
ResponderEliminarEl memo