@caducahoy
domingo, 29 de octubre de 2017
¡Vaya par de tahúres!
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domingo, 22 de octubre de 2017
El dedo en el botón 155
El espantajo de ese artículo y la pelea de manguis en que han convertido una declaración de independencia en diferido, les viene genial para distraer la atención mientras le dan a la manivela de los indultos, pasan desapercibidos juicios por corrupción, atraen el voto de la ultraderecha fascista y ocultan 11.000 millones de gastos en el Ministerio de Defensa, por solo poner ejemplos de esta semana. Me cuentan que ya han probado el efecto del 155 en los Monegros con resultados totalmente satisfactorios. Se han hecho con las administraciones de tres pueblos y los vecinos ni se han enterado. Rajoy tiene el dedo en el botón rojo. Sálvese quien pueda. Y si todo falla, está dispuesto a rodear Catalunya con un muro y, como le aconsejó Trump, que lo paguen los catalanes. Con un par.
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martes, 17 de octubre de 2017
El alcohol va a misa
SI no soy bebedor es porque el mundo me hizo así. No es mérito propio, sino un reflejo condicionado. Mi infancia giró alrededor del bar de mis padres y me pasó lo mismo que a los monaguillos, que tanto tiempo junto al vino de misa les provoca un síndrome que, de adultos, les impide pisar una iglesia ni para casarse.
Conocí a muchas cuadrillas de txikiteros cuyos miembros iban desapareciendo misteriosamente, de un día para otro. Me recordaban aquellas cargas de las películas, donde un ejército avanzaba en apretadas filas y todo el soldado que caía era reemplazado inmediatamente por otro. Pensé que más pronto que tarde serían sustituidos por adictos de nueva generación: los fumadores de porros, por ejemplo. Pero de eso, nada. Ahí siguen defendiendo sus territorios poteros contra viento y marea.
Las cuadrillas celebraron su fiesta cantando y, como siempre, ajenos al riesgo de su actividad. No les asusta el alcohol, una sustancia que si se descubriera hoy, estaría prohibida por su capacidad de adicción y peligrosidad. Aunque puede ser que teman más el precio del botellín de agua, que cotiza en el Ibex.
La última vez que estuve en el médico me preguntó si bebía. Le dije que una cerveza con la comida y anotó en su informe: alcoholismo moderado. Igual es lo mismo que les dicen a ellos y han decidido que de perdidos al río. Yo me lo pensaré.
martes, 3 de octubre de 2017
Si te gusta, no lo compartas
SI te gusta, no lo compartas. He llegado a esta conclusión tras comprobar el deterioro irremediable de todo aquello que se muestra en Internet, ya sea una playa o un restaurante. Hace unas semanas, un grupo de amigos subió a YouTube un pequeño vídeo de una paradisíaca piscina natural en la costa italiana. Días después, se agolpaban en ella más de 300 personas con sombrillas y barcas hinchables, además de dos vendedores de pulseras, uno de buñuelos y un dentista de Güeñes.
Durante años viajé a lugares que aparecían en la guía Trotamundos para descubrir que apenas quedaba un decorado de época asediado por turistas y vendedores de chirimbolos. Y fui consciente de que tan importante como ver es sentir el lugar y es imposible hacerlo si en el corazón de la pirámide de Keops te encuentras con un batallón de marines vociferantes, aunque algunos estén sobrios.
Hoy, los viajes baratos y las redes sociales son capaces de colocar una brigada de domingueros con barbacoa en cualquier punto del planeta con más velocidad y poder destructivo que un misil norcoreano. Por eso, no hay que identificar los objetivos. Disfrutemos solos de esos paraísos microscópicos que vamos descubriendo como si fueran un tesoro. Y compartámoslos de boca a oído con las personas que queremos como si de un regalo se tratase. De lo contrario, les pasará lo mismo que a esos peces multicolores que se tornan grises apenas se les saca del agua para mostrarlos.
jueves, 28 de septiembre de 2017
Para morirse
ENTRÓ a la consulta y el médico, sin levantar la vista, le preguntó nombre y edad. Aitor, 54 años. El galeno siguió leyendo el impreso. ¿Sexo? Y Aitor dudó entre contestarle que era varón o que ya tenía pareja y no quería ser infiel. A veces, damos por hecho que somos personas sin ser conscientes de que, para la administración, nada es verdad ni mentira hasta que todas las preguntas del cuestionario hayan sido contestadas y rubricadas por un funcionario. Hasta entonces, somos un ente que vaga por los pasillos en busca de una ventanilla o una mesa de despacho que tenga sellos de caucho con anagramas oficiales. Algo así le ha pasado a Juana Escudero Lezcano, de 54 años y vecina de Alcalá de Guadaira, quien asegura que, para la Seguridad Social, lleva muerta seis años porque una persona con su mismo nombre, apellidos y fecha de nacimiento está enterrada en Málaga. Y claro, eso le produce muchos dolores de cabeza y ni el médico de cabecera la cree al constatar que es una difunta. “¡Que no estoy muerta y tampoco de parranda!”, clama ella sin que le hagan caso. Y protesta por el agravio comparativo que supone que los muertos no tengan que demostrar que lo están. El caso es peliagudo y va para largo, le dice su abogado, no solo porque todos los jueces están acuartelados en Cataluña, sino porque primero hay que demostrar que la señora enterrada no se está haciendo la muerta. Algo tan difícil de probar como que uno está vivo. Para morirse, oiga.
Josetxu Rodríguez
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martes, 19 de septiembre de 2017
Elogio del paraguas
lOS nacidos fuera del botxo quizás no sepan que, durante siglos, a los bilbainos nos enterraban junto a nuestro paraguas. Podríamos haber elegido cualquier otro ajuar funerario, desde las dos monedas de los griegos al desparrame de culturas que se llevaban consigo a familia, criados y todo tipo de pertenencias, pero nuestro carácter modesto y discreto, como todo el mundo sabe, nos impide hacer alardes. Por eso, elegimos a un compañero que no nos abandona a sol ni a sombra y que permanece a nuestro lado aunque caigan chuzos de punta.
Un botxero solía poseer dos a lo largo de su vida: el que le regalaban en la primera comunión y el que se compraba con el primer sueldo. Durante muchos años, antes de que se inventara el ADN, las identificaciones de tumbas podían realizarse siguiendo las iniciales en la empuñadura y la marca de fábrica. Solo de las sotanas hechas en el Casco Viejo puede decirse algo similar.
Todo esto que les cuento es historia. Hoy, los paraguas se disuelven con la lluvia y una leve brisa los desbarata antes de llegar a casa. Solo resisten los que se manufacturan a prueba de huracanes en la calle Prim. Una leyenda dice que en el mismo lugar fabrican el sirimiri con unas ollas inmensas. Y que la relación entre el número de paraguas y días de lluvia permanece estable desde tiempos de Noé. Debe pasar lo mismo con los aerogeneradores, que uno no sabe si giran porque sopla el viento o hace viento porque giran. ¿Ustedes qué creen?
martes, 12 de septiembre de 2017
sábado, 9 de septiembre de 2017
La cabina
Yo estaba ojiplático y pensé que se lo iba a tragar Matrix, pero el señor con tono irritado comenzó a decir: “Usted haga como yo y no se meta en política. Ahora se habla de democracia. Nosotros, los españoles, ya la hemos conocido. Y no nos dio resultado. Cuando otros van hacia la democracia, nosotros ya estamos de vuelta. Estamos en la meta, a esperar a que los otros regresen también. O sea, que lo arregláis o lo arreglo yo”. Con la última frase pegó un taconazo y se fue. El cacharro devolvió una moneda y la recogí. En una de sus caras podía leerse claramente: ‘Una, grande y libre’. En la otra reconocí perfectamente el perfil del hombrecillo. ¡Cooollons!
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jueves, 7 de septiembre de 2017
El síndrome del emperador
HUBO un tiempo en el que parte de la educación de los niños la realizaba la tribu. Cualquier adulto tenía la potestad de reprender a un chaval que estuviera haciendo trastadas en la calle, aunque careciera de parentesco con él. Era algo cotidiano y que contaba con el beneplácito social. De hecho, más de uno ha llegado a ser campeón de taekwondo esquivando zapatillas y escobazos. Si soy sincero, de los capones que he recibido, ninguno me lo han dado en casa. Se lo cuento a mi hija y me mira como miraba a su muñeco parlante. Y no me extraña.
Ante una situación similar, con un coscorrón de por medio, hoy en cinco minutos la zona estaría acordonada por la Policía Municipal y un batallón de psicólogos atendería al muchacho mientras se llevaban detenido al inconsciente agresor. En el caso de que fuera maestro, la condena podría ser a perpetuidad. Algo parecido ha ocurrido en A Coruña, donde una madre ha sido denunciada por su hijo de 11 años a quien dio un bofetón por negarse a poner el desayuno, insultarla y, fuera de sí, tirar al suelo el móvil de alta gama con el que oía música. El juez ha visto “justificado” el cachete frente a la actitud de “síndrome del emperador” del hijo y señala que “de no mediar una inmediata corrección, el menor trasladará dicho comportamiento a terceros”, por lo que ha absuelto a la procesada. Ahora está por ver si el crío recurre hasta llegar al Constitucional. Es posible.
miércoles, 6 de septiembre de 2017
No vayan al campo
SI me permiten un consejo, les pediría que no se dejen engañar por esa corriente de pensamiento que demoniza las vacaciones de playa, discoteca y gin-tonic en base al ruido, los malos olores, la masificación y el desenfreno desenfrenado. Todo eso es verdad, pero no tanto como asegura el lobby de la casa rural, que se envuelve en un paisaje bucólico con pajaritos, tomates sonrosados y paseos por la orilla del río a lomos de Platero.
Si se trata de descansar, de verdad, las vacaciones hay que pasarlas en casa, en la propia, donde poseemos un catálogo de comodidades de las que disfrutamos poco por falta de tiempo. El colchón está hecho a nuestra espalda y la almohada se lleva bien con las cervicales, y hay wifi con velocidad suficiente y un sofá para la siesta y la nevera llena y los vecinos se han ido. ¿Hay algo más parecido al paraíso? Puede que sí, pero no en el campo.
A los que se quejan del jaleo discotequero les recetaría una semana escuchando a todas horas las campanadas del reloj de la iglesia, al perro poeta que se pasa la noche ladrando a las estrellas y al resto del zoológico local, incluido el pastor, que saca a las ovejas de paseo a las 5:05 de la mañana. Por no citar al coro de pajarillos, nunca menos de 100.000, que compiten con las moscas, mosquitos, burros, motoazadas y otras alimañas durante la siesta. En el campo solo se disfruta de un rato de silencio entre las 4.30 horas y las 4.45. Pero no siempre. En ocasiones, si deja de respirar por un momento, oirá cómo crece la hierba. Un auténtico escándalo.