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lunes, 22 de septiembre de 2014

¿Quién es el madero y quién el delincuente?

Detención de El Lute


LOS jueces de Zaragoza tienen un problemón del carajo: les resulta difícil distinguir entre policías y acusados cuando acuden juntos al juzgado. Y como no se trata de que, en un descuido, le metan dos años al agente de la ley mientras el delincuente se marcha con las manos en los bolsillos y fumándose un peta, se han chivado al comisario jefe para que los ponga firmes y les envíe sin pearcing y debidamente aseados y vestidos, preferentemente con traje y corbata. El problema no es para tomárselo a risa. 
Si recuerdan la famosa imagen de la detención de El Lute, la cosa estaba clara: el agente era el que llevaba el tricornio; y el reo, el de la chaqueta raída, cara de hambre y paja en el pelo de dar tumbos por los caminos. En la posguerra cada uno tenía su uniforme oficial y los rojos no llevaban sombrero. Lo mismo que en la transición: la policía vestía de gris y los delincuentes de morado moratón. 
Con la democracia instaurada, la cosa se aclaró aún más. El criminal era el que llevaba en las fotos una cinta negra cubriéndole los ojos. Menos en Euskadi, donde era al policía al que se le cubría la cara con esa cinta o lo hacía él mismo con un pasamontañas. 
Han pasado los años y, llegados a este punto, no hay forma de aclararse. Ese tío malencarado, con tatuajes de dragones, una campana colgando de la nariz y perforaciones y oquedades por todo el cuerpo, que entra con otro que viste un traje de 4.000 euros ¿es el madero o el reo? Pregúntenle al juez de Zaragoza.Ç
Josetxu Rodríguez

lunes, 28 de octubre de 2013

Antojos, tatuajes y viceversa



LE noto cabreado y es lógico. Se pasó el embarazo de su mujer buscando a altas horas de la madrugada los caprichos más insospechados para que su niña no naciera con un antojo -una de esas manchas en la piel que adoptan la forma del deseo insatisfecho de la madre: fresas, arenques, chorizo de jabalí...- y ahora que tiene 18 años se ha hecho un tatuaje que le cubre medio cuerpo. 
Conozco el caso y puedo decirles que lo que antes era una joven bien parecida, ahora es media joven bien parecida, y el resto, la piel de un dragón chino que le sube por la cintura y tiene una garra sobre su seno y la otra en su mejilla. 
Ante esta explosión grafitera, algunos aitas rezan para que si sus hijos se tatúan, al menos lo hagan con algo que pueda borrarse. Otros, sin embargo, se resignan ante lo inevitable: -¿La tuya se ha puesto algo? -Tenía un lunar y para disimularlo se ha tatuado un gran sapo. -Chico, pues ni tan mal... -Pero luego se ha hecho un piercing sobre él con dos bolitas que simulan ojos inyectados en sangre. -¡La madre que la parió! A
ctualmente, los tradicionales tatuajes de los legionarios (Novio de la muerte), los macarras (Donador de orgasmos), los expresidiarios (Amor de madre), los expósitos (Beba Coca Cola) o los indigentes (Ponga aquí su publicidad), les hacen parecer monitores de udalekus si se les compara con la variada iconografía demoniaca de los adolescentes. Ayer vi a uno en moto en cuyo brazo podía leerse: ''Cuántos peatones y qué poco tiempo". Amablemente le cedí el paso.
Josetxu Rodríguez

domingo, 10 de marzo de 2013

Del antojo al tatuaje


ESTÁ cabreado y es lógico. El pobre se pasó el embarazo de su mujer buscando a altas horas de la madrugada los manjares más insospechados para que su niña no naciera con un antojo -una de esas manchas en la piel que adoptan la forma del deseo insatisfecho de la madre, ya sean fresas, aceitunas rellenas o arenques- y ahora que tiene 18 años se ha hecho un tatuaje que le cubre medio cuerpo. Conozco el caso y puedo decirles que lo que antes era una joven bien parecida, ahora es media joven bien parecida y el resto un dragón chino que le sube por la cintura y tiene una garra posada en su teta. Ante esta oleada grafitera, algunos padres rezan para que si sus hijos se tatúan al menos lo hagan con uno que pueda borrarse. Otros se resignan ante lo inevitable:
- ¿La tuya se ha puesto algo?
- Sí. Tenía un lunar y para disimularlo se ha tatuado un sapo.
- Chica, pues ni tan mal...
- Pero luego se ha hecho un piercing en él con dos bolitas que simulan ojos inyectados en sangre.
- ¡La madre que la parió!
Hoy en día los tradicionales tatuajes de los legionarios (Novio de la muerte), de los macarras (Donador de orgasmos), de los expresidiarios (Amor de madre), de los expósitos (Beba Coca Cola) o de los indigentes (Ponga aquí su publicidad) les hacen parecer monitores de udalekus si se les compara con la variada iconografía demoníaca de los jóvenes. Ayer vi a uno al volante en cuyo brazo ponía: Cuántos peatones y qué poco tiempo. Amablemente, le cedí el paso.

Josetxu Rodríguez