LE tengo dicho a la niña que no me traiga novios a casa, que me encariño con ellos y, luego, si lo dejan, da pena echarlos y pedirles la llave. El último estuvo viviendo unos meses en el camarote porque no tenía a dónde ir, pero cuando se acabó el verano me vi obligado a desahuciarlo para dejar sitio a las bicicletas. Me suplicó durante unos instantes, pero ya le dije: “No puedo dejar las bicicletas a la intemperie porque se oxidan. En cambio, tú no”. Hay que ser realista.

Así que me vengué echándolos del sofá de la sala, donde vivaqueaban los fines de semana. “El sofá es mío, la tele es mía y el mando también -les dije- y quiero ver The Big bang Theory, porque ayuda a mis neuronas a hacer la digestión”. Se fueron a la cocina, para descubrir que ya no había pizzas, ni refrescos ni helados en el frigorífico. Un par de semanas después se separaron. Tomaron la decisión ellos solos. Nunca me habría atrevido a interferir en sus vidas.
Josetxu Rodríguez @caducahoy
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