MIENTRAS usted lee estas líneas, la
Iglesia católica, capitaneada por monseñor Rouco Varela, tiene a una
legión de notarios haciendo horas extras para registrar iglesias,
tierras, pisos, viñedos y catedrales con nocturnidad y alevosía. Algunas
de estas propiedades ni siquiera son suyas. Pertenecen a los vecinos de
pueblos que, en muchas ocasiones, las cedieron para que viviera el cura
o se construyera una ermita. Pero eso es un pequeño detalle sin
importancia para una institución que, por sistema, cuenta con el
respaldo de gobiernos con ministros más partidarios del cilicio y la
mantilla que del Código Civil.
Según las últimas estimaciones, la
Iglesia ha inscrito en la última década 4.500 propiedades sin publicidad
y sin pagar impuestos. Una de ellas es la mezquita de Córdoba, por cuyo
registro desembolsaron 30 euros. Lo que ahora le cobran a una familia
por entrar a visitarla. Más o menos lo que yo le pago al Ayuntamiento
por el IBI de la jaula del pájaro.
Y no digo que sean unos caraduras,
que lo son; ni que piensen más en el patrimonio que en el demonio, que
es cosa sabida. Lo que me fastidia es que intenten dirigir el país desde
la sacristía y, de solo pensarlo, se me pone la piel de monaguillo
acorralado.
Para colmo, desde el telediario nos piden que marquemos una
cruz en el impreso de hacienda, algo que podrían hacer ellos mismos si
toda su extensa y poderosa organización realizara la declaración de la
renta como Dios manda. Pero ya verán cómo no.
Josetxu Rodríguez
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