lunes, 15 de octubre de 2012

¡Vagos del mundo, uníos!




ESTOY entrenándome para ser un vago. Un vago redomado. Y ustedes pensarán que es una reacción contra los agobios de la crisis, una venganza contra la empresa, una patada al sistema capitalista, un desplante a la competitividad... Pero no. He meditado mucho la decisión y voy a esmerarme en la tarea de forma sistemática porque creo que la salida de la crisis depende de ellos. 

La historia lo demuestra empíricamente: solo los que odian el trabajo son capaces de estrujar su ingenio para evitarlo. Mientras sus congéneres cargan piedras, el holgazán inventa la rueda tras preguntarse repetidamente cómo podría reducir el esfuerzo. La humanidad debería estar muy agradecida por el bienestar del que disfruta gracias a ellos. Sin ir más lejos, si Newton no hubiera estado tirado a la bartola bajo un manzano, ahora flotaríamos por ahí sin Ley de la Gravedad, persiguiendo manzanas por el aire. 

La inspiración de los adelantos científicos llega a todos por igual, pero la mayoría están tan ocupados trabajando que son incapaces de percibirla. El ejemplo de la motocicleta es paradigmático: la inventó un ciclista que estaba harto de dar pedales. Lo mismo podría decirse de los informáticos, capaces de programar ordenadores para que realicen en minutos tareas que les llevarían horas y que así pueden dedicar a ver vídeos de Youtube. 

La vagancia compulsiva es el motor del progreso y cuantos más seamos, mejor. Vagos del mundo, ¡uníos!
Josetxu Rodríguez

2 comentarios:

  1. ¡Apúntame al club, que hacerlo yo me da mucho trabajo!
    Muy ingenioso, por cierto.

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  2. Apuntada estás. Ahora, a dormir je je

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