miércoles, 3 de enero de 2018

Boda vaaaa... ¡Cuerpo a tierra!





MALDITA sea. No me lo puedo creer. Le conozco de toda la vida: hemos ido al mismo colegio, nos han zurrado los mismos compañeros de clase, corrimos tras los grises en varias ocasiones (porque ellos eran más rápidos) y fuimos al monte con tienda de campaña cuando aún no era un delito. Además, él sabe que besamos a las mismas chicas antes de que fueran nuestras parejas y, ahora, va el tío y me hace esta putada. 
La invitación me llegó hace un par de días por sorpresa, como llegan las notificaciones de embargo. Dentro me anunciaba la boda de su hija en abril y un esbozo del programa de actos. Me quedé frío durante unos instantes mientras pasaban por mi mente algunas escenas de las últimas ceremonias a las que he asistido. Aquella en la que los invitados bailamos a lo Bollywood mientras los novios entraban sobre un elefante que iba aplastando camareros. O esa otra, en la que me libré de cabalgar una orca en el Loro Parque de Tenerife porque en la despedida de soltero le metimos al novio en el bolsillo un pasaporte sirio y le deportaron desde el mismo aeropuerto. 
Me pregunto qué delito he cometido para tener que cantar, hacer malabares, ponerme nariz de payaso y bailar el aurresku por soleares para agasajar a su hija. ¿Porque tengo cara de saltimbanqui? ¿Porque me odia? ¿Porque ha descubierto que fui yo quien le robó aquel coche tuneado del Scalextric? Sí es así, acepto la condena. ¿Cuándo empiezan los ensayos?
Josetxu Rodríguez
@caducahoy


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