Chicote en pleno ataque de nervios
ABDUCIDO por el Síndrome de los
fogones -ese impulso irracional de rodearse de alimentos, pucheros y
nitrógeno líquido- he decidido llamar a Chicote para que me ayude a
organizar la cocina de casa. El tío no defrauda. Nada más llegar, me dio
los primeros consejos: tienes que sacar el futbolín de aquí y dejar
sitio para guisar y poner una mesa y unas sillas, dijo. Es un auténtico
fenómeno con vista de lince. La prueba es que encontró un horno. ¡Ni yo
sabía que teníamos horno! Pues allí estaba, debajo de esa cosa cuadrada
de cristal que se pone roja cuando tocas un botón. Lo usaba para secar
los zapatos y resulta que en él puedes asar bizcochos, pasteles de
merluza y piernas de cordero. No le dije nada, pero me parece más útil
la primera función.
Después me obligó a sacar la flor de Pascua de su
recipiente, porque dijo que era una Thermomix y que sirve para hacer
sopa. Yo alucinaba. Y, para colmo, se mosqueó porque tengo libros en el
frigorífico. Y eso que están ordenados para no romper la cadena de
conservación: “El viejo y el mar”, en la balda del pescado;“El espía que
surgió del frío”, en congelados;y “El último tango en París”, junto a
la mantequilla. Para entonces, ya estábamos algo tensos, y cuando se
empeñó en vaciar de botellas mi vinoteca, que él denominó lavavajillas,
le mandé a hacer puñetas. Volveré a comer en el primer bar en el que
tenga hambre. Chicote, piérdete.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy
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