UNO de los mayores servicios que un ciudadano de bien puede prestar a su patria es levantarse, pero no contra el poder establecido, que también, si no levantarse de la cama. Cada día somos millones los que dejamos la revolución pendiente para incorporarnos a nuestro puesto de trabajo. Y no sé por qué me da que eso se valora poco. Nosotros mismos no somos conscientes del poder que tenemos. Cada mañana, cuando suena el despertador, el modo de vida occidental depende de lo que decidamos en ese momento. Y ¿si un día no nos da la gana de levantarnos?... ¿Y si una mañana nos damos la vuelta y seguimos durmiendo?... ¿Y si esos cinco minutitos más se convierten en cinco horas?... Pues lo dicho: la revolución, la hecatombe y la madre que lo parió. Quizá sea el momento de demostrar que somos algo más que carne de hipoteca. Les propongo una cosa. Mañana, cuando suene el despertador, quedémonos todos en la cama, paralicemos el país y disfrutemos del día. Si este ensayo general sale bien, podríamos repetirlo el próximo lunes. ¿Vale?
Josetxu Rodríguez
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