viernes, 15 de febrero de 2013

Hamburguesas con sorpresas


HACE muuuuuuuucho, muuuuuuucho tiempo que solo como hamburguesas con pedigrí. Vamos, que exijo que el caballo sea de padres conocidos y no haya sido alimentado con piensos de pescado elaborados con aletas, cabezas y restos de cajas de cartón. Ustedes, que son tan jóvenes, quizá no se acuerden, pero hasta hace un par de décadas era lo común. De hecho, la incipiente Unión Europea tuvo que prohibir que se alimentara al ganado con triturados de ropa vieja de piel, restos de diversos animales y embalajes varios. Luego llegaron las vacas locas y se armó la marimorena. 
Desde entonces, la alimentación ha mejorado mucho y ya casi no mata, solo engorda. Los fraudes mortíferos se circunscriben a países lejanos y exóticos donde gente sin escrúpulos lo mismo vende carne de cerdo fosforescente que leche para lactantes hecha con agua y melanina, una sustancia letal. 
Por estos lares, el problema es el etiquetado. Vamos, que les da vergüenza poner con qué lo han elaborado. Y no me extraña. El último análisis que he leído de la OCU es de risa. El caviar de esturión era de un pez del Misisipi; el tiburón seco, perca africana; y el venado de la comida para perros era en realidad carne de vaca. Si la vaca se la dan a los perros, es lógico que a nosotros nos toque el caballo. No hay remedio. 
Para saber lo que comes tienes que criarlo en casa. En mi juventud lo intenté con un ternero, pero se merendaba las lechugas de la huerta y los caracoles protestaban. El experimento fracasó.
Josetxu Rodríguez

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