viernes, 28 de octubre de 2011

Una víbora en el cajero


QUIEN más quien menos ya se había dado cuenta de que algunos bancos son verdaderos nidos de víboras. Basta echar un vistazo al consejo de administración de la CAM. Pero nunca hasta ahora se había podido comprobar tan empíricamente. El vecino de Laudio que intentó sacar dinero en un cajero y le apareció una víbora por una de las ranuras debió pensar que había salido el director a recibirle. Una vez constatado el malentendido, echó mano a los billetes esquivando los mordiscos del ofidio y salió pitando.

Hace ya tiempo que las entidades financieras, también conocidas como Cazas de Ahorros, han dejado clara su filosofía: al banco hay que ir a ingresar dinero, no a pedirlo. Para eso están los parientes, como hacen los chinos. Hace años que los rateros lo saben y ya no atracan sucursales por miedo a llevarse algún bono basura que acabe con su ya precaria situación económica.

Los ladrones más veteranos, tras darse cuenta del ciclo vital del dinero, es decir, que todo lo que robaban en un banco acababa más pronto que tarde en otro, colgaron los hierros. Ahora, compran y venden deuda soberana y, en cuestión de minutos, se quedan con pellizcos multimillonarios. Para el resto de los mortales han puesto una víbora en el cajero con el fin de proteger nuestros ahorros, dicen. Y llegará el día en que colocarán una cobra, cuya mordedura es solo un poco más peligrosa que las comisiones. Esas sí que son temibles.

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