jueves, 9 de agosto de 2018

¡A la orden!




LA otra noche, mientras comía un albérchigo, pensé que el verano era un buen momento para organizar mi vida. Durante unos minutos calibré prioridades y definí objetivos. Comprobé que la tarea era ardua y llevaría tiempo, por lo que decidí poner metas asumibles y empezar por los cajones.
Todos ustedes saben que el orden es la virtud de los mediocres, y como soy del montón, me rodean cientos de objetos que, a primera vista, tengo clasificados como chirimbolos, trastos, bártulos y cachivaches. Se preguntarán dónde he conseguido esta habilidad para catalogar garbigunes familiares de un solo vistazo. Les confieso que me lo enseñó un brigada del Ejército que me tuvo un mes haciendo un inventario de los azulejos intactos, cuarteados y rotos que había en el cuartel de Mungia para entregárselo a su superior. Éste, que curiosamente tocaba la trompeta en una banda, tiró el informe a la papelera sin tocarlo apenas. Y allí seguirá.
Esta experiencia me hizo crecer como soldado especialista en logística inútil y aplico lo aprendido siempre que puedo. Por ejemplo, a los cajones, que son como la cabeza de un loco: pueden albergar la solución contra el cáncer, pero está mezclada con tantas majaderías que no hay forma de localizarla.
Por eso, aconsejo agrupar los objetos en útiles e innecesarios. Conviene ignorar el maletín con 160 destornilladores, que es útil pero innecesario; y el abrelatas chino de cabeza de panda, que es necesario pero inútil. Hecho esto, una parte se tirará directamente a la basura y la otra se donará a los Traperos de Emaús.
Todo ello sin que se entere la pareja, de lo contrario, todos los objetos regresaran a casa al día siguiente por su valor sentimental y habrá que volver a empezar con el proceso, que, curiosamente, es lo que estoy haciendo ahora.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

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