TOCA revisión y, como cada año, siento un pequeño cosquilleo en el estómago. Es lógico, la edad no perdona y no todo funciona como solía hacerlo. De hecho, noto que chirría alguna articulación, percibo una pequeña pérdida de líquidos, se escapan algunos gases que no cumplen la normativa y falta agilidad. Nada preocupante, pero lo suficiente para que el utilitario de mi suegro deba enfrentarse a la Inspección Técnica de Vehículos.

Le digo que me lo apunte todo en una papel y, cuando me lo entrega, veo que no debo encender las luces hasta que me lo digan, porque un foco es estrábico y lo ha corregido con el cristal de una gafas viejas pegado con loctite y “si se recalienta podría arder”. También comenta que ha instalado una pera de goma junto al embrague que debo pisar para que salga el chorrito de agua del limpiaparabrisas. Que por lo demás todo está bien. Que, incluso, ha puesto varios filtros de cafetera en el tubo de escape para que no se note que le robaron el catalizador y diez baterías de móvil de refuerzo porque, en ocasiones, falla el arranque.
Dada la situación y como no me gustaría pasar la noche en la comisaría, he optado un año más por no sacar el coche del garaje en donde acumula polvo desde hace años. A fin de cuentas, viaja en autobús y se marcha unos meses a Santa Pola. Loado sea Dios.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu participación...