sábado, 29 de septiembre de 2018

Pedro Sánchez es tonto. Juan Carlos, ¡dimite!

Pedro Sánchez es tonto

PEDRO Sánchez es tonto. Al menos, hay que concederle ese mérito. Solo un ingenuo al que echaron de la secretaría general de su partido por la puerta grande, es decir, la del garaje, cree que puede formar un gobierno con entes puros sin pecado original, con currículo impoluto y la declaración de la renta cum laude. No hay gente así. Puede que quede alguno en el limbo de los justos, pero lo dudo.
Lo raro es que todavía tenga ministros en su gabinete frente a la artillería ética de un partido condenado por corrupción sistemática, lo que en Italia se denomina mafia y aquí casos aislados. Hasta la Virgen habría perdido el apelativo con estos fiscales; y Jesucristo, los apóstoles, porque el que no era un fanático ultranacionalista, recaudaba impuestos o cortaba orejas a sablazos.
Lo tiene difícil, señor presidente. Quizá en algún convento de monjas carmelitas o de frailes cartujos encuentre usted doce personas sin tacha, siempre, claro está, que no haya pasado por allí Villarejo con su cinexin organizando rosarios, ejercicios espirituales y desfiles de monaguillos frente a curas, obispos y cardenales. Que todo puede ser.
Lo que más me molesta de este asunto es que tenga que dimitir una ministra por un máster que no sirve ni para tapar el desconchón en una pared y se mantenga en el cargo otra obligada a enviar 400 bombas inteligentes a una dictadura para que masacre civiles a lo tonto en Yemen.
De todo este festival ético, estético y patético solo puede salir una cosa buena: que dimita el rey Juan Carlos para dar ejemplo a Pedro Duque. ¿O es que evadir capitales y cobrar comisiones a diestro y siniestro durante cuatro décadas es una falta menor frente a la compra con ventajas fiscales de un chalé en Jávea? No hace falta que contesten.



Josetxu Rodríguez 
@caducahoy

sábado, 22 de septiembre de 2018

Clima machista



LOS efectos del calentamiento global han dado un salto cualitativo. Y no me refiero a los ciclones y tifones, ni a los minikinis y microslips que hemos visto en la playa, sino a la climatización de la oficina. Mañana comienza el otoño con 29 grados y el responsable de mantenimiento ya ha sufrido un shock depresivo. Sin previo aviso, como cada año. Ha sido entrar y antes de llegar al termostato ya ha recibido dos quejas contrapuestas: hace mucho calor, le ha dicho el surfista, que lleva una camiseta térmica;y yo tengo frío, le ha anunciado la de los nanopantalones cortos. 
Nos alberga un edificio inteligente, pero no mucho. Personalmente creo que no aprobó el bachillerato, pero si tuviese un máster en la Universidad Rey Juan Carlos tampoco podría contentarnos a todos. Y esa es la mala noticia. Los hombres y las mujeres necesitamos temperaturas diferentes para trabajar. Lo acaba de confirmar un estudio muy sesudo que no voy a citar, como hace Pedro Sánchez. La temperatura de los centros de trabajo está diseñada para un hombre de 40 años y 70 kilos de peso. A partir de ahí, sálvese quien pueda. Nosotros, como generamos más calor, estamos confortables en la horquilla de 21 a 22 grados;y ellas, entre 24 y 25. Podría llegarse a un término medio, pero no les da la gana. ¿Por qué tenemos que doblegarnos al clima machista que dicta el aire acondicionado?, dicen con razón. Y así estamos. 
Me comenta el técnico que va a cambiar el regulador que indica grados por uno que muestre niveles de confort: silencio, murmullos, reclamaciones, gritos, aullidos, agresiones y 112. Me da pena. Creo que Greenpeace va a incluirles en la lista de seres en peligro de extinción, como el pingüino colorado. Apoyo la propuesta.Josetxu Rodríguez  @caducahoy

sábado, 8 de septiembre de 2018

Mi hija quiere una mascota

perro y bebe

QUIERO a mi hija como si la hubiera parido, aunque mi esposa haría alguna salvedad. Hemos intentado siempre satisfacer sus deseos al ralentí para enseñarle que en la vida no todo se consigue al momento, como en Amazon. Y como lleva un tiempo suspirando por una mascota, concretamente 17 años, estamos pensándolo. 
Cuando era pequeña se conformaba con cualquier cosa: le regalamos una oveja de peluche y durmió con ella hasta que tuvimos que esquilarla porque tenía pulgas. Me refiero a la oveja, claro está. A continuación nos pidió algo vivo y consiguió sus primeras moscas efímeras que, como su nombre indica, le duraron muy poco. Para compensar, le regalamos bichos bola, gusanos de seda, luciérnagas, mariposas y otras cosas que reptaban por el jardín. Podía jugar con ellas, pero no meterlas en casa. 
Pasó el tiempo y se hizo más exigente. Así consiguió los peces y los hámster, que nos deshilacharon las colchas y el sofá;y la tortuga de agua, a la que tuvimos que meter en la bañera y nos mordía cuando nos duchábamos porque no la gustaba el champú. De pronto, se aficionó a los animales virtuales y desapareció durante años en su cuarto abducida por los videojuegos. Y ahora que ha salido anhela una mascota que le divierta, con mucho pelo para acariciar, aunque tenga que lavarla, peinarla y sacarla al parque para que haga sus necesidades y se relacione con otros de su especie. Le he sugerido que se eche un novio hipster, que cumple todos esos requisitos con solvencia. Espero que me haga caso y se conforme, porque si está hablando de un perro me negaré en redondo, ya que terminará queriéndolo más que a mí y no podría soportarlo. Aunque siempre me quedará ladrar, no sé si me comprenden.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy