Me refiero al referéndum

LOS catalanes están como cabras, tío.
Todavía no se me ha olvidado el primer referéndum de independencia
autogestionado en el que participé el 20 de noviembre de 1975 en la
Universidad de Bellaterra y ya están organizando otro tan surrealista e
inútil como aquél. El primer día sin Franco, el bar de la facultad era
una especie de bacanal con vino de Valdepeñas y porros marroquíes.
Mientras un tío hacía cabriolas con una moto sobre el mostrador, lo
juro, alguien propuso declarar la independencia de Catalunya por
sorpresa. Allí mismo. En ese momento. Todos estuvimos de acuerdo. Fue
una especie de orgasmo colectivo político festivo que duró lo que dura
una amapola en la mano. “Escolti, tú: ¿Y quién vota?”, preguntó uno al
fondo. “¿Los estudiantes españoles también?”. Ahí se acabó el baile y
comenzó la asamblea. La gente se agrupó por afinidades y hubo turno de
palabra. ¿Y las urnas? ¿Y quién cuenta? ¿Y quién controla a los
falangistas? ¿Yo puedo votar por la independencia de España? Yo no he
traído el DNI, ¿me da tiempo a ir a casa?
Nos costó horas llegar a un
acuerdo. Al carecer de urnas usaríamos papeleras y se haría el
escrutinio antes de que recogieran la basura. Delegábamos en el
repetidor más veterano, que no estaba presente, para que llevara los
resultados a Arias Navarro en persona. Como ya eran las 3.00 y perdíamos
el tren a Barcelona dejamos una nota a los de la tarde para que
ultimaran los pequeños detalles. A fin de cuentas, el trabajo duro ya
estaba hecho.
Josetxu Rodríguez
@caducahoy
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