ME dicen que un joven ha
inventado un artilugio que evita el planchado y no me creo nada. Como
todos ustedes sabrán, incluso si hicieron pira a la catequesis, Dios
expulsó a Adán y Eva del Paraíso por ciertos problemas con la dieta
vegana que ella seguía y les condenó a ganarse el pan con el sudor de su
frente. Pues bien, lo primero que se encontraron nada más traspasar la
puerta del Edén fue una plancha. ¡Ay, la plancha! Qué trabajo tan atroz.
Recuerdo que la última vez que la usé fue para darle un repaso a los
pantalones acampanados. Háganse una idea. Desde entonces he buscado todo
tipo de alternativas para eludir esta tarea. Empecé colocando las
camisas bajo el colchón, pero era tan fino que me molestaban los
botones. Lo intenté después con el vapor de la ducha y funcionaba más o
menos bien, pero en invierno era molesto llevarla mojada casi todo el
día. La cosa mejoró cuando me informaron de que no tenía que ducharme
con ella puesta, sino colgarla en una percha. Me pareció demasiado
trabajo comprar una percha. Empecé a ponerme dos camisas a la vez: la
del interior se alisaba con el calor corporal y, al día siguiente, podía
usarla en el exterior. Así fui pasando hasta que hace unos años un
visionario descubrió que la arruga era bella. No entiendo cómo no tiene
el Premio Nobel de la Paz, con todas las guerras cotidianas que ha
evitado. ¡Santo tenían que hacerle!
Josetxu Rodríguez @caducahoy
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