viernes, 17 de enero de 2014

Un suceso políticamente correcto




HACE unos días, un segregado social afectado por una situación económica sumamente desventajosa y hambriento tanto física como ideológicamente (es decir, un chorizo) se introdujo en el local de un técnico en alimentación humana (léase tendero). Sin dar opción al diplomado frutero-charcutero a discutir el concepto de propiedad privada y basándose en un código moral propio que le permitía delegar su capacidad de reflexión en el arma blanca que llevaba consigo (vamos, un navajero), le exigió todo el capital atesorado durante su jornada laboral. 
El técnico frutero, pese a detectarle como intelectualmente constreñido, sopesó su superioridad dimensional (más grande que un castillo, pero con el cerebro de mosquito) y le entregó su capital líquido. El sujeto, necesitado de higiene personal y olfativamente sobrecargado (apestaba), emprendió la huida haciendo perder el equilibrio a una persona visualmente disminuida (un ciego) y a un hombrecillo verticalmente limitado (un enano) que vendía el cupón. 
Dos mujeres (dos marujas), que salían de una boutique donde se habían probado atavíos tendentes a esclavizar sus imágenes corporales naturales para emular modelos irreales de belleza (leggins y wonderbras), vieron el hecho y la más desarrollada cronológicamente (la más vieja) cortó la carrera del individuo de un paraguazo dejándole temporalmente inactivo. Un agente democráticamente armado (un madero) se llevó al causante de esta breve disfunción social.
Josetxu Rodríguez

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